10/18/2020

 

Canción de Otoño en Primavera

 

 

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

 

Plural ha sido la celeste

historia de mi corazón.

Era una dulce niña, en este

mundo de duelo y de aflicción.

 

Miraba como el alba pura;

sonreía como una flor.

Era su cabellera obscura

hecha de noche y de dolor.

 

Yo era tímido como un niño.

Ella, naturalmente, fue,

para mi amor hecho de armiño,

Herodías y Salomé...

 

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

 

Y más consoladora y más

halagadora y expresiva,

la otra fue más sensitiva

cual no pensé encontrar jamás.

 

Pues a su continua ternura

una pasión violenta unía.

En un peplo de gasa pura

una bacante se envolvía...

 

En sus brazos tomó mi ensueño

y lo arrulló como a un bebé...

Y te mató, triste y pequeño,

falto de luz, falto de fe...

 

Juventud, divino tesoro,

¡te fuiste para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

 

Otra juzgó que era mi boca

el estuche de su pasión;

y que me roería, loca,

con sus dientes el corazón.

 

Poniendo en un amor de exceso

la mira de su voluntad,

mientras eran abrazo y beso

síntesis de la eternidad;

 

y de nuestra carne ligera

imaginar siempre un Edén,

sin pensar que la Primavera

y la carne acaban también...

 

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer.

 

¡Y las demás! En tantos climas,

en tantas tierras siempre son,

si no pretextos de mis rimas

fantasmas de mi corazón.

 

En vano busqué a la princesa

que estaba triste de esperar.

La vida es dura. Amarga y pesa.

¡Ya no hay princesa que cantar!

 

Mas a pesar del tiempo terco,

mi sed de amor no tiene fin;

con el cabello gris, me acerco

a los rosales del jardín...

 

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!

Rubén Darío

  • No dia dos meus 66 anos

 

6/08/2020

A Judía

 

 

Dormes? eu velo, sedutora imagem,

Grata miragem que no ermo vi:

Dorme – impossível – que encontrei na vida!

Dorme, querida, que eu descanto aqui!

 

Dorme! eu descanto a acalentar-te os sonhos,

Virgens, risonhos, que te vem dos céus!

Dorme! e não vejas o martírio, as magoas,

Que eu digo às águas e não conto a Deus!

 

Anjo sem pátria, branca fada errante,

Perto ou distante que de mim tu vás,

Há de seguir-te uma saudade infinda,

Hebrea linda, que dormindo estás!

 

Onde nasceste? Onde brincaste, oh bela?

Rosa singela que não tens jardim?

Em Jafa? em Malta? em Nazareth? no Egipto?

Mundo infinito, e tu sem berço?! oh! Sim.

 

Dorme, que eu velo, sedutora imagem,

Grata miragem que no ermo vi;

Dorme – impossível – que encontrei na vida!

Dorme querida que eu não volto aqui!

 

 

 

 

Folha que o vento da fortuna impele!

Vítima imbele que o tufão roubou!

Flor que n’um vaso se alimenta, cresce,

Ri, desaparece, e nunca mais voltou!

 

Filha dum povo perseguido e nobre,

Que o mundo encobre o seu martírio, e crê!

Sempre Ashevero a percorrer a esfera!

Desgraça austera! Inabalável fé!

 

Porque há de o lume de teus olhos belos,

Mostrar-me anelos d’infinito ardor?

Porque esta chama a consumir-me o seio?…

Deus de permeio maldiz o amor!…

 

Peito! meu peito, porque anseias tanto?

Pranto! Meu pranto, basta já, não mais!

É sina, é sina; remador, voltemos;

Não n’a acordemos… para quê, meus ais?…

 

Dorme, que eu velo, sedutora imagem,

Grata miragem que no ermo vi;

Dorme – impossível – que encontrei na vida!

Dorme querida que eu não volto aqui!

 

Tomás Ribeiro (1831- 1901), poeta português.